Sublimarse, qué bonita palabra y qué bonito concepto. Hace poco que sé lo que quiere decir. Una amiga me había hecho un piropo sobre una bufanda que llevaba puesta y le conté que la había hecho un día que me sentía triste. Entonces me dijo que me había sublimado, y me lo tuvo que explicar...
Sublimarse. Def: canalizar un deseo o impulso desde un plano material hacia un plano mental (por ejemplo: artístico o intelectual).
Este año me he ido a visitar a mi abuela en el Líbano.
Desde hace unos años, cada vez que vuelvo a mi país siento tristeza. Tristeza por lo que ha sido, tristeza por lo que viven a diario sus habitantes, tristeza por la esperanza que se desvanece cada día un poco más mientras la gente se acostumbra a lo que antes era inimaginable.
Y eso que es un país que ha conocido la guerra, pero una y otra vez, cuando por fin
levantamos cabeza, algo pasa, y volvemos… volvemos a lidiar con la falta de
electricidad, agua, gasolina. Y ahora además, a raíz de una serie de acontecimientos (revolución en contra de la corrupción política, COVID, explosión del 4 de agosto 2020), hemos caído en el pozo de la devaluación, con corralito incluido… en un país que tiene precios a la par con los países europeos, uno se pregunta cómo puede vivir alguien sacando 100$ al mes… pues con ayuda de la diáspora. Cierto que los que trabajan siguen teniendo ingresos y para los afortunados que reciben sueldo en dólares la vida puede seguir, más o menos igual. Pero para la mayor parte no es así, sueldos en libra libanesa que ha caído en picado (antes 1$ valía 1500 LL, ahora hacen falta 90 000 LL para ese mismo $), pensionistas que sólo vivían de los intereses sobre lo que habían acumulado durante toda su vida y que ahora se ha esfumado. Historias, desgracias, hay muchas, pero no me voy a extender sobre ellas. Basta decir que me iba sin ganas, sólo para ver a mi abuelita de 93 años.
Me fui mentalizando en el avión. No te dejes afectar por la tristeza, que eso no servirá a nadie, ni a ti ni a ellos. Coge la alegría que llevas de tu vida aquí en Madrid y dúchales con ella, todo el rato, en respuesta a su cariño, en respuesta a su nerviosismo y ansiedades (legítimas), en respuesta a su tristeza, en respuesta a su enfado, a su rabia, acoge y abraza, abraza y ama, ama y sonríe. Eso me iba repitiendo.
Sin embargo, el Líbano es un país multifacético que siempre te sorprende. Te sorprende su gente, y su resiliencia, su capacitad de adaptarse y seguir adelante. Y ser alegre no me costó.
Me he reconciliado con mi país, a golpes de comida excesiva y risas. Paseos en la orilla del mar y tardes tranquilas de pintura al lado de mi abuela que leía, pegadas a la ventana para aprovechar la luz.
He pintado… he pintado lo que llevaba dentro desde Madrid, he pintado lo que sentía en el Líbano, he pintado portales a otros mundos, mundos que están dentro de
nosotros. He pintado sin rumbo, pero con intención. A cada paseo respirando el aire contaminado por los generadores de electricidad privados -sin los cuales no se puede vivir-, echaba color encima de mi papel, alejando el gris de mi mente con charcos de turquesa. A cada sensación de impotencia al ver los pequeños ajustes constantes que uno tiene que hacer cada día para adaptarse al entorno siempre cambiante de Beirut, un estallido de fucsia.
Y así los colores me acompañaron en este viaje, limpiándome cada día de los depósitos de arenilla de tristeza para poder empezar nueva al día siguiente con una sonrisa, desayunando frente a mi abuela, hablando de todo y de nada cómo amigas que separan 2 generaciones y un mar, pero que siempre se encuentran en el ahora del estar juntas.
Me llevo de este viaje unos kilos de más, calor familiar y un aprendizaje personal: la
alegría puede ser una decisión. No digo que hay que vivir siempre en alegría y no dar voz a otras emociones, pero se puede decidir volver a ella, en consciencia, porqué siempre existe dentro de nosotr@s. Sólo hay que ir a tocar a su puerta cuando haga falta.
Que tengáis una semana maravillosa, llena de luz y alegrías.
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